San Patricio fue un misionero cristiano y es conocido
como el santo patrón de Irlanda, junto a santa Brígida y san Columba. Fue un
predicador y religioso de Britania, tradicionalmente considerado el introductor
de la religión cristiana en la isla.
Patricio se acabó convirtiendo en predicador
del Evangelio en Irlanda, isla que en esos tiempos se encontraba dividida en
numerosos clanes sometidos a la poderosa autoridad de los druidas. Se adaptó
muy bien a las condiciones sociales del lugar, formando un clero local y varias
comunidades cristianas, respetando las tradiciones y costumbres propias de sus
habitantes. Se le conoce como el Apóstol de Irlanda, donde murió hacia el año
461 a causa de su vejez.
Su fiesta, el Día de San Patricio, se celebra el día
17 de marzo y es muy celebrada en Irlanda, de donde es patrón. San Patricio
tuvo que explicar una vez lo que era la Santísima Trinidad. Para que todos lo
entendieran, utilizó un trébol como muestra, explicando que la Santísima
Trinidad, al igual que el trébol, era una misma unidad, pero con tres personas
diferentes. La primera hoja de trébol era el Padre, la segunda era el Hijo, y
la última el Espíritu Santo. Luego de ello, el trébol de tres hojas que representa
a las tres personas de la Trinidad, pasó a ser un símbolo de la iglesia de
Irlanda.
San Patricio
escribió una carta de agradecimiento que decía lo siguiente:
Sin cesar
doy gracias a Dios que me mantuvo fiel el día de la prueba. Gracias a Él puedo
hoy ofrecer con toda confianza a Cristo, quien me liberó de todas mis
tribulaciones, el sacrificio de mi propia alma como víctima viva, y puedo
decir: ¿Quién soy yo, y cuál es la excelencia de mi vocación, Señor, que me has
revestido de tanta gracia divina? Tú me has concedido exultar de gozo entre los
gentiles y proclamar por todas partes tu nombre, lo mismo en la prosperidad que
en la adversidad. Tú me has hecho comprender que cuanto me sucede, lo mismo
bueno que malo, he de recibirlo con idéntica disposición, dando gracias a Dios
que me otorgó esta fe inconmovible y que constantemente me escucha. Tú has
concedido a este ignorante el poder realizar en estos tiempos esta obra tan
piadosa y maravillosa, imitando a aquellos de los que el Señor predijo que
anunciarían su Evangelio para que llegue a oídos de todos los pueblos. ¿De
dónde me vino después este don tan grande y tan saludable: conocer y amar a
Dios, perder a mi patria y a mis padres y llegar a esta gente de Irlanda, para
predicarles el Evangelio, sufrir ultrajes de parte de los incrédulos, ser
despreciado como extranjero, sufrir innumerables persecuciones hasta ser
encarcelado y verme privado de mi condición de hombre libre, ¿por el bien de
los demás?
Dios me
juzga digno de ello, estoy dispuesto a dar mi vida gustoso y sin vacilar por su
nombre, gastándola hasta la muerte. Mucho es lo que debo a Dios, que me
concedió gracia tan grande de que muchos pueblos renacieron a Dios por mí. Y
después les dio crecimiento y perfección. Y también porque pude ordenar en
todos aquellos lugares a los ministros para el servicio del pueblo recién
convertido; pueblo que Dios había llamado desde los confines de la tierra, como
lo había prometido por los profetas: A ti vendrán los paganos, de los extremos
del orbe, diciendo: «Qué engañoso es el legado de nuestros padres, qué vaciedad
sin provecho». Y también: Te hago luz de las naciones, para que mi salvación
alcance hasta el confín de la tierra.
Allí quiero
esperar el cumplimiento de su promesa infalible, como afirma en el Evangelio:
Vendrán de Oriente y Occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac, Jacob.
Confesión de San Patricio, Caps. 14-16: PL 53, 808-809