Hermanos! Que el Poder de la Vida Una desarrolle el Espíritu de Colaboración entre los seres de buena voluntad!
Muchos de nosotros nos llamamos a nosotros mismos servidores, pero pocas veces nos detenemos a pensar que es el Servicio y que es lo que nos convierte en verdaderos servidores.
El Servicio es el instinto del Alma, por lo que el Verdadero Servidor, el que sirve siempre y en toda ocasión es aquel que ha logrado la total consubstanciación con su propia Alma, ese que consciente, libre y voluntariamente ha sumergido y fundido su pequeño ser, su vida en la forma dentro de su propio Ser Divino.
Por extensión nos llamamos Servidores los que aspiramos a cumplir con el propósito de nuestra Alma. ¿Cómo saber que estoy sirviendo? No son los actos que haga o los que omita, los que me vuelven un servidor. Es el móvil, lo que me impulsa para hacer ese acto lo que lo vuelve un servicio. ¿Por qué lo hago? Pretendo con este acto ser considerado bueno, o que me devuelvan algo por él? Estos móviles son egoístas y hasta el más bello acto deja de ser un servicio cuando lo hacemos por lo que vamos a obtener.
Si estoy lavando los platos, o limpiando, o cambiando pañales, puedo estar haciendo un gran servicio a la vida, si lo hago con alegría enviando esa energía a todos los que están en la misma actividad.
Cuando quiero servir a la Humanidad una buena pregunta es lo que voy a hacer es para el mayor bien para el mayor numero?
Cuando en verdad sirvo me olvido de mi mismo y nunca, nunca pido nada a cambio porque deja de ser un servicio para ser un acto de intercambio, y en algunos casos, un acto mercantil.
¿Mi servicio puede ser rentado? Si, cuando es el modo en que me gano la vida, pero aquí lo más importante a tener en cuenta es ¿lo hago para ganar dinero y esto es lo más importante o lo hago para servir a los demás y acepto que me paguen por ello?
Termino recordándonos una frase del gran R. Tagore “Yo dormía y creía que la vida era alegría, desperté y vi que la vida era servicio. Serví y comprendí que el servicio es alegría”.
Marta Paillet